Autor: Carolina Morales
Previo
He encontrado el triatlón como algo más que un deporte (aunque son tres). Representa una conexión y control de tu cuerpo y mente con tu entorno, así como un gran compromiso, disciplina y perseverancia para lograr tus metas. Mi experiencia en triatlón empezó para mi desde la noche antes de mi primer entrenamiento hace tres meses. Tener que despertarme al cuarto para las 5:00 am para estar entrenando a las 5:30 am con el Coach… En la vida había yo madrugado para entrenar… o en general.
Mi primer triatlón Sprint fue en Las Estacas, Morelos, del Eco triatlón Erdinger Alkoholfrei. Llegamos a las 6:30 a.m., una hora antes del cierre de transición. El Coach #contentote ya nos estaba esperando para ayudarnos a preparar el equipo en zona de transición.
Es un arte todo lo que involucra el antes de la competencia. El cómo y dónde acomodar la bicicleta y tu equipo también cobra gran importancia para reducir tus tiempos en la transición. Bicicleta, casco, lentes y numero… listos.

Preparando la bici un día antes
Es increíble y motivador ver a todos los triatletas prepararse para la competencia. Algunos están acomodando su equipo, otros ajustando últimos detalles de su bicicleta; otros más haciendo fila para marcarse su número de competidor en el cuerpo. Al verlos a cada uno de ellos mis nervios y emoción aumentaban porque ya diera inicio al evento.
¡Al agua!
El arranque del evento empezó con la salida de las categorías masculinas. Fue impresionante ver como salió el primer grupo varonil a las 7:40am. Entonces era turno de mi categoría (Femenil 20 a 29 años), nos adentramos al río y para mi suerte, quede enfrente del pelotón de competidoras (mala idea), quienes al sonar la chicharra de salida se fueron encima de mí.
Batallé para arrancar, entre pies, cabezas y burbujas me estaba costando tomar ritmo de braceo. En ese momento lo único que pasaba por mi cabeza era “¿Por qué te inscribiste a esto?”, “Si no puedes con el Sprint, ¿cómo piensas hacer un Iron Man?”. En ese momento me detuve por un momento, deje que el pelotón avanzara un poco y me dieran espacio, tome aire y me dije “Tu puedes con esto”, “Para esto entrenaste”, y empecé a nadar.
Brazada tras brazada y en mi mente la canción de “Pray to God” de Calvin Harris, había por fin agarrado ritmo e iniciado mi triatlón. El rio de Las Estacas es de poca profundidad y es muy transparente, por lo que empecé a notar los peces pasando debajo de mí, así como pequeñas langostas entre las plantas. Ahora si ya estaba disfrutando el evento. Brazada tras brazada iba avanzando por el rio y pasando uno que otro competidor. Me sentía muy feliz pues todo el esfuerzo puesto en los entrenamientos estaba dando resultados y para cuando levante la mirada, estaba a punto de llegar al final del circuito… Por fin.
Salimos del río por una escalera, y volteé a ver el tiempo en mi Polar: 00:13:20… Seis minutos debajo de lo que esperaba hacer y salí corriendo a zona de transición con una sonrisa de lado a lado en mi cara.
No dejes de pedalear…
Eso era lo único que pasaba por mi cabeza una vez ya que estaba sobre la bicicleta. Tenía un gran nervio de la ruta y para ser honestos, miedo de caerme; era mi primera competencia que me utilizaba zapatos con clips en la bicicleta.
A los pocos minutos de haber arrancado el primer pelotón de ciclistas ya venía terminando la primera vuelta al circuito. Fue impresionante ver la velocidad y ritmo que mantenían.
La ruta estaba muy tranquila, con un par de columpios en ella. Disfruté de las bajadas, sufrí un poco con las subidas.
Estaba terminando la primera vuelta y mis piernas me pedían descanso. No encontraba de donde sacar fuerzas para pedalear en cada subida.
Faltando unos 100 metros para terminar, ya podía escuchar al fulanito indicando la línea del desmonte… ¿desmonte? ¡Desenclípate! Y empezó mi pelea contra los clips, que justo a 50 metros salieron de los pedales y ahora tocaba correr hacia la zona de transición.

Saliendo a rodar
La carrera
Tomé un último sorbo a mi isotónico y salí de la zona de transición hacia los últimos 5 kilómetros, mientras sonaba en mi mente “Faded” de Alan Walker. Arranque a ritmo… el cual se desvaneció poco después del primer kilómetro. Mis chamorros me pedían descanso, y justo en el momento que quería parar, escuchaba “¡No pares, ya falta poco!”, “¡Si se puede, si se puede!”, de otro triatleta enfrente o atrás de mí. Me sorprendió que a pesar de no conocernos todos los triatletas se animan unos a otros. .
Estaba terminando la primera vuelta al circuito, tome dos botellitas de agua, una para hidratarme y otra para refrescar el cuerpo. Había revivido y me mantuve corriendo, ahora con menos triatletas en el circuito. El cansancio ya era obvio, sin embargo, en mi mente no dejaba de pensar “un paso a la vez”.
Levante la mirada y a lo lejos se alcanzaba a ver el arco de meta, lo cual significaba solo una cosa: estaba terminando la última vuelta del circuito. Ese momento es increíblemente mágico. Después de todo el esfuerzo ya realizado, empiezas a sentir como tu cuerpo sacas fuerzas y ánimos de la nada y tu ritmo empieza poco a poco a aumentar para cerrar con todo. Mi corazón latía intensamente, mis piernas ya cansadas no se detenían, mi respiración estaba muy agitada, pero no me detenía.
¡Cruce la meta! Todo el esfuerzo y entrenamiento previo había por fin dado frutos. Mi cuerpo, en vez de estar agotado, estaba totalmente energizado por la adrenalina de terminar. Minutos después se acercó parte del equipo organizador para entregarme mi medalla de finalista, medalla que representa más de lo que dice. Ahora si, llámenme TRIATLETA.

Celebrando en la meta con mi equipo